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Álvaro Tello @Vinocracia

He tenido la suerte de escuchar una buena cantidad de historias y anécdotas de boca de Dominique Massenez que son francamente increíbles. Siendo una suma considerable de relatos difíciles de resumir, ya que pasan por siglos de ascendencia familiar ligada a la composición musical, a la gastronomía, a la destilación de licores en Francia, y así hasta llegar a la elaboración de vinos que por supuesto, intenta hacer guiños a su pasado.

Por lo tanto, Entre Ríos se convierte en un verdadero extracto de la personalidad familiar, incluyendo sensibilidades y gustos, que se ven reflejados en cada rincón que rodea a este espacio al que yo llamo “lugar sin tiempo”, en la cercanía de Rengo.

De partida el restaurante –el principal foco de las visitas– va hilando en una misma carta platos peruanos, chilenos, hasta tradicionales franceses.

Paila marina, sopa de cebolla (increíble y muy suave), erizos en salsa verde, foie gras (tradicional y muy recomendable) y pulpo al olivo, son parte de las tantas entradas que pueden probar. Ahora, si vamos directo a los platos fuertes, encontramos a la trucha arcoíris en salsa de mantequilla y alcaparras, que está de más decir, lo satisfactorio que es reencontrarse con truchas –y no salmón– en su punto. Confit de pato con un tostado exquisito y crujiente y su carne muy suave; pulpo a la parrilla con una textura justa y un dorado perfecto; porotos granados y ají de gallina en una misma carta sin competir, más bien, tratando de dar sentido a las tres culturas con las que termina relacionándose el restaurante: el origen de la familia Massenez, sus cocineros y encargados de servicio, y el entorno propio de la región.

No quiero dejar bajo la mesa a los postres y el refrescante sorbet de limón con aguardiente peruana (hay que pedirlo como un gesto adicional), o el crocante de almendras y volcán de chocolate.

Parada y visita –obligatoria para los amantes del vino– es recorrer dentro del mismo restaurante la boutique de vinos, que posee una extraordinaria variedad de etiquetas chilenas y francesas (mas de 300 etiquetas) pudiendo encontrar los vinos de Massenez, como Flaviata y Donum; hasta otros vuelos un poco más complejos donde revisamos y degustamos algunas botellas de la tradicional casa de champagne Tsarine (1730) y Lanson, por ejemplo. Dentro de los licores y destilados, mandan los tradicionales y reconocidos licores de Massenez, recomendando por obviedad la botella del clásico poire prisonnière (una pera dentro de una botella) o los suaves y exquisitos destilados de jengibre o el de manzana verde (ideales como bajativo). Mención aparte, destacar que tienen disponible –para mi sorpresa y regocijo– el conocido aperitivo bordelés Lillet Rouge, elaborado con vino y licores macerados.

Definitivamente este es un lugar en el cual el tiempo se detiene al frente de una carretera, en el cual y como parte de la anécdota, vemos a los comensales en sus mesas sin ánimos de despegar, algo que provoca a muchos, que la comida y el recorrido se haga mucho más placentero.

Decoración, arte y la búsqueda de un ambiente inmejorable y cómodo, son detalles que Dominique Massenez y su familia cuidan con especial diligencia. Y eso incluye el servicio.

Definitivamente en lugares como estos, la curiosidad se convierte en el mejor aliado.

¿Les conté que también tienen habanos?


Fuente: http://www.varietal.cl/noticias/entre-rios-gastronomia-y-vinos-de-lujo/